por Fernando Gutiérrez Almeira
Después de la dictadura
militar los partidos tradicionales pudieron aprovechar de manera contundente el
retroceso que la propia dictadura había producido en las fuerzas de izquierda,
reducidas practicamente a la institucionalidad aceptada a regañadientes del Frente
Amplio, por la descomposición y exilio que los movimientos izquierdistas de base habían
sufrido, para volver a gobernar el país durante mucho tiempo. Durante esos
largos años procedieron a desarrollar con la aquiescencia continua de la
población excepto en puntuales casos como la negativa popular a la
privatización global de las empresas públicas, o la comercialización privada
del agua, una política económica y
social que degradó profundamente las bases ya endebles de la vida nacional
hasta culminar en el caos visceral y brutal acontecido bajo el gobierno de
Jorge Batlle, subrayado tenebrosamente por el suicidio de un hombre en el
propio Palacio Legislativo.
El abismo al que llevaron el
país los gobiernos blanqui-colorados en clara continuidad con la sangría
dictatorial de la riqueza y la dignidad del país se describe en estas líneas
extraídas de una de las cartas que escribió aquel hombre antes de quitarse la
vida, que en paz descanse: “Quiero decirles que lo único que hice en la vida fue
trabajar y luchar con mi compañera para criar a nuestros hijos, educarlos y que
tuvieran lo básico para ser buenas personas, esto que estamos viviendo me hizo
pedazos no solo económicamente sino que también destrozó mi corazón al punto
tal de tomar esta determinación.En este país donde los escrachadores son
escrachados, donde los presidentes que combaten el contrabando son los mas
grandes contrabandistas, donde hoy por hoy todo lo que nos rodea es espantoso,
cuando vemos a la gente de nuestro país muerta de hambre, sin trabajo, sin
tener que comer, perdiendo ya no la calidad de vida sino la vida.”
Fue
bajo estas condiciones extremas, con los uruguayos acosados por un miedo
subterráneo a que un nuevo gobierno blanco o colorado hundiera el país aún más,
como en un pozo sin fondo, que el electorado decidió por pequeño margen
mayoritario volcar sus esperanzas en el Frente Amplio, que para ese entonces ya
se había revestido de una mayor apariencia de institucionalidad y moderación
pero aún era capaz de movilizar
gigantescas multitudes eufóricas tras su bandera.
En
los siguientes años, el Frente Amplio en el gobierno actuó como un reparador de
las desgracias del país, convirtiéndose cada una de sus iniciativas políticas
en un paliativo para la degradación social y económica a la que había sido
arrastrado. Para lograrlo tuvo como evidente ventaja el hecho de que se le
presentó una coyuntura económica internacional muy favorable, que puso viento
en popa a sus iniciativas benefactoras sin que mientras tanto mejorara
realmente la distribución de la riqueza en el país sino que, por el contrario,
con la entrada de grandes capitales inversores, esa distribución en realidad
empeorara, mientras se sometía a un total descuido y degradación las cuestiones
medioambientales.
La
herida social dejada por la dictadura y los posteriores gobiernos
blanquicolorados era, sin embargo, muy profunda, y las cárceles siguieron
estando superpobladas, la delincuencia juvenil floreciente, la criminalidad
asociada al narcotráfico muy activa, la mendicidad asentada en las calles como
un dato inexorable de la realidad, etc. Solo medidas drásticas de
redistribución social de la riqueza que nunca sucedieron podrían haber
contribuido a una curación adecuada de esa horrenda herida, pero estas medidas
nunca llegaron sino que las políticas del Frente Amplio para subsanarla se
limitaron siempre a la implementación de toda clase de paliativos, que jamás
chocaron con una política macroeconómica tendiente siempre a la inserción del
país en la dinámica global de la economía, dinámica que como bien sabemos nada
tiene que ver con la idea de redistribuir la riqueza que siempre fue una
fundamental reivindicación de las fuerzas izquierdistas en tanto ellas tuvieron
siempre como ideal la igualdad y la justicia social.
En
la actualidad el proceso del Frente Amplio ha mostrado ya todo lo que puede dar
por el camino de la asistencia social que deja incólume la inequidad de fondo, y
se encuentra expuesto a una situación internacional desfavorable tanto desde el
punto de vista económico como desde el punto de vista político con el
resquebrajamiento en América Latina de los llamados “gobiernos progresistas”,
con la ambivalente excepción de lo acontecido en Argentina, cuyo gobierno
anterior tenía una política sumamente conflictiva con los intereses uruguayos.
En estas condiciones, además, las personalidades que encarnan la imagen del
Frente Amplio se encuentran muy desgastadas por el propio ejercicio del poder
estatal y dado este panorama es que la vieja guardia blanqui-colorada ha decidido
intentar de nuevo fortalecerse y retomar el poder. Para ello está ensayando
estrategias de convencimiento de la población que combinadas podrían darle un
buen resultado.
La
más notoria estrategia utilizada por las fuerzas blanqui-coloradas contra el gobernante
Frente Amplio es la de desprestigiar a sus figuras políticas, tanto sea
utilizando lo que ellas mismas han convertido en su propia ruina, como en el
caso de Raúl Sendic y su indocumentada licenciatura que solo existe desde el
punto de vista de la verbalización que hace de ella, que lo ha puesto en
vergüenza pública para gran alegría de sus detractores. También han utilizado
la estrategia de dejar atrás aquellas figuras políticas de su propio pasado que
encarnan la tragedia a la que sometieron ferozmente al país durante sus
gobiernos, ofreciendo al público candidaturas envestidas de renovación
marketinera, con la presencia últimamente del empresario Novick, que se muestra
a sí mismo como un outsider de la política cuando en realidad solo es la encarnación
de una nueva manera por parte de las
fuerzas blanqui-coloradas ya profundamente aliadas entre si de tratar de
devolverse a sí mismas el poder que durante tanto tiempo poseyeron. Por
supuesto, una tercera estrategia blanqui-colorada inexorable es la de utilizar
aquello en lo que el partido gobernante ha fallado como dato crítico que
permite el reclamo de un cambio de gobierno, centrándose en el incapacidad del
Frente Amplio para cerrar la herida social y solventar la equidad, incapacidad
que se refleja en la permanencia de aquellos fenómenos sociales, como la
delincuencia marginal, que exhiben a plena luz dicho fracaso. Y por último, han
apelado insistentemente a mostrar las falencias gubernamentales en materia de
gestión de las empresas públicas, que nunca dejan de existir si se investiga un
poco, y en materia de educación, uno de los más intrincados problemas
nacionales que no resiste como solución el enfoque llevado adelante por el
gobierno de convertir al sistema educativo público en un mecanismo de
contención de los problemas sociales.
En
el horizonte, por lo tanto, se puede augurar tiempos oscuros para el Frente
Amplio, en tanto la coyuntura internacional parece que seguirá siendo
desfavorable por un buen tiempo, tanto política como económicamente, aún cuando
el Frente Amplio ha tenido una conducta “correcta” respecto del interés
geopolítico estadounidense que nada tiene que ver con los rechazos
antiimperialistas de sus primeros líderes, y ha logrado un moderado éxito hasta
ahora en sus políticas paliativas y desmovilizadoras del conflicto social. A
esta altura de su presencia en el gobierno tal vez esperaban sus actuales
dirigentes que se diera la coyuntura apropiada para apuntalar claramente su
prestigio frente a la ciudadanía pero se encuentran en cambio con el viento en
contra, y con la oposición blanquicolorada desarrollando fuertemente su
estrategia para volver al poder, creando artificialmente un ambiente electoral
con cuatro años de antelación a las próximas elecciones. Es probable que las
fuerzas de la derecha tradicional uruguaya estén ahora dispuestas a persistir
de un modo u otro en su campaña política de largo alcance, ignorando la lejanía
de las próximas elecciones y pensando en un trabajo lento pero seguro de desmoronamiento
de la imagen del Frente Amplio. Sin duda
que cualquier vuelco negativo del panorama económico será un elemento pródigo
en resultados para minar la capacidad del gobierno en su resistencia frente a
la campaña derechista, y ya lo ha sido esta acelerada devaluación de la moneda
nacional que se dio en los dos primeros meses del 2016.
Pero
el principal factor para la decadencia de la imagen del Frente Amplio es su
autodestrucción como idea movilizadora de voluntades. En su fundación el Frente Amplio fue pensado
en primer lugar como una acumulación de fuerzas tendientes a contrarrestar el
sometimiento del interés nacional a la dinámica global de la economía y los
intereses foráneos. Se entendía en aquel momento que se estaba creando una
fuerza esencialmente nacionalista, patriótica, defensora del interés de los
uruguayos frente a las influencias exteriores,
y dispuesta a enfrentar tremendos y violentos desafíos en su contra. Ese
Frente Amplio ya no existe mientras que en su lugar, después de varias
generaciones de líderes por medio, ha quedado una fuerza política con sus bases
militantes totalmente reducidas, y
abocado a una estrategia de conciliación imposible entre la voracidad de los
intereses empresariales nacionales y extranjeros y el interés de la mayoría
popular. De este modo el Frente Amplio ya no se presenta como una fuerza
antagonista sino como una fuerza conciliadora y mediadora que busca entre sus
resultados una moderada satisfacción de la población en cuanto a la superación
de las carencias tenebrosas del pasado. Esta moderación de su discurso, que le
quita cada vez más el sentido de su propia autenticidad y el peso ético,
permitiendo que el desprestigio medre fácilmente desde su propia interna, lo
está llevando a un estancamiento como proyecto de país, y es a través de este
estancamiento que puede dirigirse hacia su derrota electoral.
Basta
comparar la estatura ética, política, y el perfil claro de confrontación e
idealización de las metas que se reflejaba en los discursos de Zelmar
Michelini, uno de los grandes fundadores indiscutibles del Frente Amplio, que
dio su vida por la causa nacional en tanto quienes decían defender los
intereses de la nación fueron quienes lo torturaron y asesinaron, basta compararla,
digo, con la ambivalente figura de los líderes actuales del Frente Amplio, que
caen en continuas contradicciones en su discurso al buscar conciliaciones de
intereses donde no las puede haber, y carecen de ese clara impronta ideológica
izquierdista que ha desfallecido aquí y en todas partes, para dar cuenta de que
el principal factor de decadencia del Frente Amplio es su vaciamiento como
proyecto y como idea movilizadora. Es en estas condiciones que desde la propia
izquierda uruguaya se ha levantado cada vez más una corriente de voces que
crítican y acusan a los dirigentes frenteamplistas de estar de espaldas a la
propia significación del Frente Amplio como idea motor. Así, a la
desmovilización que los propios dirigentes han creado se suma la critica que
estos dirigentes reciben por su papel en la desmovilización, y retroalimentándose
lo uno con lo otro, se crean a su vez los huecos por los cuales será fácil para
la oposición blanquicolorada dar sus calculadas estocadas.
Incluso puede verse que una parte de la sutil campaña de la oposición consiste
en alentar este conflicto entre las voces críticas y los dirigentes, y un
elemento que ha resultado exitoso para ello es utilizar todos los elementos de
desprestigio que los propios dirigentes frenteamplistas tienen en su haber.
En
fin, es de esperar que el Frente Amplio enfrente su encrucijada de dos maneras:
llegando a las próximas elecciones tratando de conservar sus fuerzas
electorales por el expediente de tratar de neutralizar los factores económicos
negativos y de contrarrestar la estrategia blanquicolorada, sin tocar en
esencia las claves de su propia decadencia, o, lo cual me parece muy
improbable, yendo hacia una total reestructuración de sus lineamientos
estratégicos y a una aguda renovación de su dirigencia. En todo caso hay que
temer, pienso yo, el posible ascenso de las fuerzas blanquicoloradas, no porque
deba asumirse que no son capaces de llevar adelante un gobierno exitoso, sino
porque lo que los antecedentes históricos nos indican es que sí son muy capaces
de llevar adelante gobiernos desastrosos y ajenos al interés de las mayorías.
La otra alternativa, la de que surja una tercera opción política clara e
independiente, que de nueva luz y esperanza a los electores, resulta todavía
más improbable, dada la lentitud con que
tradicionalmente cambian las tendencias electorales en Uruguay. En fin,
parece que a los uruguayos se les avecina un oscuro horizonte político.
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