Por
Ricardo Viscardi
1a.
quincena, marzo 2016
En
un artículo que no tiene desperdicio,1 a
empezar por el título, que se reduce a un patronímico, Luis
Nieto nos advierte que la tecnología en el periodismo produce el
mayor desastre (que motiva su propia versión de la tecnología): el
del sentido. Se ha malbaratado el mundo en el celular. Como
consecuencia de ese despropósito que la tecnología infunde en la
inteligencia, los jóvenes de hoy no logran cometer parricidio,
porque todo aquello que proveería de límite a superar ya está
superado (“los Stones llenan el Centenario” y “uno que anduvo a
los tiros fue presidente del Uruguay”). Esta apocalíptica
circunstancia (valga desde ya el célebre calificativo de una
celebridad de reciente duelo: Eco) genera asimismo el sinsentido de
la enseñanza y en particular de aquella profesión que debiera
instruirnos sobre el mundo: el periodismo. Al tiempo que comenta y
lamenta la renuncia de Haberkorn a enseñar periodismo, Nieto plañe
ante la desaparición de la información sobre el mundo, quizás sin
percibir que difícilmente podría enseñarse, por razones de fuerza
mayor, a informar sobre un mundo post-tecnológico y por ende,
mundialmente transparente.
Este
escándalo mayúsculo se ve acompañado por una sutil observación
acerca de una universidad en la que “hay que pagar” y “se
supone” que imparte mejor que la enseñanza pública en el mismo
campo del saber. Pareciera entonces que Haberkorn eligió mal el
lugar para enseñar, ya que allí donde los alumnos debieran ser
mejores porque pagan mejor enseñanza, sucede que llevan al propio
docente -nos dice el periodista alarmado por el descaecer de la
enseñanza del periodismo- a renunciar a esta profesión en razón de
la supina ignorancia que aqueja a los educandos, sostenida además en
el más empresarial desinterés. Pese a este error de elección
académica Haberkorn no sólo se destaca, a los ojos de Nieto, como
excelente periodista, sino que incluso ha llevado al propio autor de
la nota a reflexionar sobre su pasado tupamaro y le ha revelado
aspectos del mismo que aunque vívidos, le resultaban inescrutables
desde la propia experiencia personal.
En
suma, del principio al fin el artículo está atravesado por la
cuestión generacional, ya que comienza, incluso, señalando que
Haberkorn pertenece a una generación posterior a la de Nieto, la que
a su vez, protagonizó la “experiencia tupamara” de que nos habla
Zabalza.2 La
posteridad a través de la labor de Haberkorn habría desentrañado
con mayor claridad incluso que un protagonista calificado como Nieto,
el sentido de aquella “experiencia” (en el sentido de Zabalza),
dándole al periodista ex-tupamaro la posibilidad de conocer mejor el
pasado propio, incluso a través de alguien que no lo vivió. Las
generaciones post-tupamaras que encarna Haberkorn se ven, pese al
aporte de este último, catastróficamente desacreditadas por una
última camada, señalada como “la generación del celular”,
identificado con “una lámpara de Aladino” que no puede sino
suscitar, como tal, el deseo de aquello que no existe más: el mundo
dotado de sentido.
En
este blog ya hemos analizado la lectura del pasado de la “experiencia
tupamara” a que se entregó Haberkorn, a través de la imputación
que junto con Luciano Alvarez dirigieran contra Víctor Hugo
Morales.3 El
relato de Haberkorn y de Alvarez ensalza a la clase política,
denuncia la artera traición que le asestaron por igual militares y
tupamaros, vinculados simétricamente a un mismo “atentado contra
la constitución”. Tal versión del “pasado reciente” se suma
al registro que entonan a coro los partidos tradicionales de la
“teoría de los dos satanes”: “el mejor sistema posible”
(como si fuera deseable un “sistema perfecto”) traicionado por
una horda de fanáticos dividida en dos bandos de igual insania. En
el medio quedó, víctima de la barbarie, la intangible “tierra
purpúrea” convertida por obra de la institucionalidad en
“democracia utópica”, ahora ensalzada por los herederos
políticos de degolladores, golpistas, invasores del propio país y
lacayos de potencias imperiales, entre otras figuras ejemplares.
No
le va en zaga la descripción de Venezuela ni del pasado político de
los 60' que hace Nieto en las sucesivas ediciones de Voces, a
esa visión de una eternidad inmaculada de la democracia
representativa, atacada en el pasado de nuestro país por forajidos
políticos que atentaron contra aquel mundo idílico, así como, al
día de hoy en Venezuela por gente que (vaya costumbre) “anda a los
tiros por los barrios”. Por igual defraudados por la pérdida de
sentido del mundo, o incluso, lo que vendría a ser lo mismo, por la
desaparición del mundo en el sentido del celular, que por ser puro
sentido no puede tener ni sentido ni mundo (la tecnología adosa el
sentido al mundo y viceversa, con lo que hace desaparecer fatalmente
a los dos), los dos periodistas parecen renunciar, por ahora, sólo a
la docencia del periodismo, lo que seguramente será difícil de
aquilatar en su sentido una vez desaparecido, con el mundo (del
periodismo entre otros), el sentido de la enseñanza cualquiera sea
su vocación académica.
Quizás
pudiera oponerse a esa visión apocalíptica de la enseñanza y de
todo lo que supone (mundo, sentido, generaciones, etc.) una
experiencia puntual, sobre todo porque se opone casi en espejo a la
que relata Nieto a partir de un texto de Haberkorn. Imparto Filosofía
Teórica (es decir metafísica) en la Facultad de Humanidades. El
Plan de Estudios de la Licenciatura en Filosofía vincula la
metafísica, sobre todo, a la teoría del conocimiento y la crítica
de la misma que desarrolla el siglo XX. En años pasados impartía el
curso que corresponde a 2o. Año (tercer semestre), en el que
presentaba la lectura metafísica de la modernidad a través de
Foucault y de Heidegger. El texto elegido de Foucault era “Las
Meninas”, que presenta la doble virtud de referirse a una tela
(objeto “no letrado”) y de vincularse al conjunto de la lectura
de la metafísica como “teoría del sujeto” que hace Foucault, en
cuanto le dedica al “lugar del Rey” (que no es otro que el del
sujeto) consideraciones claves no sólo en “Las Meninas”, sino
también en la culminación de “Las palabras y la cosas, libro que
abre “el único objeto histórico que he tratado”, según
declaraba el mismo Foucault en 1975:4 el
surgimiento de la modernidad.
En
particular Las Meninas se impartía de lo más desarrollado (el fin
del capítulo) hacia el principio, tratando el texto párrafo por
párrafo, para permitir mediante la articulación entre sí de
exposición e interpretación, la incorporación crítica de un
estilo de autor al mismo tiempo metafórico y conceptual. En ese
contexto de aula, participaron al menos durante dos semestres,
estudiantes de medicina, interesados seguramente en una denominación
tan expansiva como “Filosofía Teórica” y además, por la suma
de “opcionales en otros servicios” que permite la actual
“Ordenanza de grado”, instalada durante el período rectoral de
Arocena. De esta manera esos estudiantes de medicina probablemente
esperaban incorporar una información interesante desde el punto de
vista de una cultura general, matizada además por la generalidad que
se supone, sobre todo desde un punto de vista científico, que le
cabe a la filosofía.
Con
el correr de las clases disminuían, al filo del avance en el texto y
la preocupaciones que le eran propias (el vínculo entre sujeto y
mismidad, la intangibilidad de un objeto puro, la mediación que
instala como sus polos al sujeto y el objeto, la imposibilidad de una
función del concepto que se resuelva en una “índole pura”) el
número de estudiantes de medicina que asistían a tal “opcional”.
Conviene considerar que se presentaba el texto a través de la tela
de Velázquez proyectada en clase, de un texto comentado en detalle y
de un contexto histórico que incluso pauta el propio autor, de forma
tal que la progresiva desaparición de los estudiantes de medicina no
podía ser imputable a una dificultad conceptual, sino a una
proyección vocacional inexistente. El grupo de estudiantes que
provenían de filosofía y en algunos casos de ciencias humanas e
incluso en varios casos de estudios en comunicación, por el
contrario, se afirmaba en su participación y su interés. No puedo
decir que vea en este último sector de estudiantes, a través de los
distintos años, ni desidia, ni ausencia de interés por la
actualidad (que Foucault siempre convoca por impronta política) ni
tampoco yerros tremendos de ortografía (según Haberkorn
-Nieto dixit- en algunos casos se violenta la ortografía
del propio apellido).
Quizás
Nieto o Heberkorn no han analizado suficientemente el vínculo entre
convocatoria institucional y participación estudiantil. Algunas
instituciones de enseñanza privada terciaria promocionan sus
servicios aduciendo que los mismos conducen a obtener un empleo de
calidad. Quien comienza a estudiar pensando en lo que va a obtener
mediante tal trayecto, difícilmente considere que el objeto
significativo estriba en el propio saber. Una de las mayores
falencias que acarrea la mercantilización de la enseñanza,
patrocinada en su momento por el funanbulesco “Pepe”, bajo el
argumento “que les sirva a los muchachos”, es precisamente la
disminución del lugar del saber, que debiera ser el cometido propio
de la educación académica. Quizás los estudiantes de medicina que
participaban de un curso de metafísica no calibraban, como efecto
del estrecho cientificismo que cunde entre nosotros, que entender en
el sentido filosófico trasciende la mera observación empírica o la
pura formalidad conceptual.
Tanto
el planteo de Nieto/Haberkorn como la experiencia de un sector de
estudiantes de filosofía y humanidades encuentran, aunque por
razones contrapuestas, un parangón sugestivo en la circunstancia
política. No sólo por el empeño estratégico que pone la oposición
en descalificar (más allá de la hacendosa colaboración
involuntaria que le presta el imputado) a un posible candidato a la
presidencia que estaría auspiciado por una condición relativamente
“joven” (Sendic), sino incluso en razón del aciago y fresco a la
vez, fracaso juvenil del “candidato pop” Lacalle Pou,5 sin
olvidar la argumentación “generacional” que vemos desplegarse en
torno a la campaña por la presidencia del Frente Amplio, en andas de
juveniles candidaturas.
La
frenética juvenilia que anima las fantasías
estratégicas de la clase política encuentra su razón de ser en la
condición moderna de la democracia representativa, es decir, del
poder justificado en el régimen de la delegación representativa (o
quizás mejor dicho, de la representación bajo régimen de
delegación). Tal justificación supone que la Historia manifiesta un
sentido ordenador de la naturaleza en el mundo. En tal ordenamiento,
el paso cronológico de las etapas y por lo tanto de las
generaciones, no puede sino conducir a un porvenir venturoso. De ahí
todo el valor de que se carga el sustantivo más equívoco: “el
cambio”. Quienes traen “el cambio” son los jóvenes, ellos
despliegan las etapas de la ventura histórica por la vía de la
sucesión generacional.
La
izquierda le agrega a ese registro moderno el fatalismo cientificista
que adjudica “el cambio” a una determinación natural del proceso
social, que incluso adhiere en ciertos casos a un relato de “leyes
de la historia”. Esa perspectiva naturalizada del proceso histórico
rodea de un halo de pureza la condición juvenil, exonerada “avant
la lettre” de toda caída en el mal del pasado. Sendos ejemplos de
ese purismo juvenilista lo proveen la declaración
de “Redes frenteamplistas” que Voces adopta como
su propio editorial6 de
este último número y el reportaje que publica La Diaria del
auto-candidato a la presidencia del Frente Amplio Alejandro “Pacha”
Sánchez.7
Mientras
la declaración de Redes Frenteamplistas desgrana un rosario de
buenas intenciones intemporales (pero sostenidas en la eternidad
impoluta de “lo nuevo” -las propias redes) el presidente saliente
de la Cámara de Diputados nos dice que un programa de debates va a
esclarecer una estructura que hasta ahora se ha dedicado a la
“distribución administrativa” del poder. Puede aventurarse desde
ya que el juvenil futuro frenteamplista deparará más de lo viejo:
el retorno de los más vetustos recursos de los partidos
tradicionales.
Contraponiéndose
a la eternidad moderna de la juventud frenteamplista, la figura de
Ibero Gutiérrez no emerge con toda su densidad generacional sino
pasada década y media de su asesinato. Por entonces la movilización
política había registrado, primero en el Frente Amplio antes del
golpe de Estado y después sobre todo a través del
movimiento seispuntista,8 el
carácter militante, comprometido y popular de la trayectoria, por
igual política y creativa, de Ibero. Por encima del momento clave
que marcó aquel asesinato, como antesala del terror que luego se va
a desatar por parte del aparato represivo en su conjunto, primero
sobre la guerrilla que lo combatía y luego sobre toda manifestación
democrática, la obra de Ibero comienza a destacarse hacia fines de
los 80' e inicios de los 90' como una señal generacional,9 propia
de aquella juventud que combatió al pachequismo y todo lo que
efectivamente anunciaba.
Incluso
por aquel entonces el neoliberalismo en alza pretendió dar una
versión yuppie de la generación del 68',10 que
en nuestro contexto y sobre todo ante la Ley de Caducidad de la
Pretensión Punitiva del Estado, no podía sino tener patas cortas.
Confrontando en particular la versión de una izquierda tradicional
(la izquierda surgida en los 60' nunca presentó un fundamento
teórico alternativo), hemos destacado no sólo el relieve de Ibero
como figura del 68' uruguayo, sino además su impar significación,
dentro de nuestro contexto, como figura del 68' universal.
Por
fuera de la racionalidad del Estado y de un único destino para la
Humanidad, la generación universal del 68' abrió el camino a la
singularidad de los movimientos (estudiantil, feminista, ecologista),
como articulación propia de contextos, grupos e individuos. Este
movimiento magistralmente registrado en el plano teórico por el
post-estructuralismo y su descendencia intelectual (una proliferación
de la pre-fijación de toda estructura por su post-eridad), cunde
políticamente a través de la obra de Foucault. Efecto de la
totalización tecnológica de la historia, particularmente en la
política de bloques que sigue a la invención tecnológica por
excelencia (la bomba atómica) y de la totalización de la
comunicación que señalara McLuhan, la generación del 68' -como se
señaló con oportunidad de la celebración del 68' francés 40 años
después- es la última generación.11 Cabe
retomar esa sugestiva apreciación, desde nuestro punto de vista, no
porque “la historia se haya terminado” (versión neoliberal del
racionalismo hegeliano),12 sino
porque la tecnología ya había convertido después de la 2a Guerra
Mundial, en razón de la “disuasión nuclear” y de la
universalidad mediática, la Historia en un relato. Relato de parte
interesada dentro de un todo articulado, imposible de identificar con
un destino determinado por “leyes de la naturaleza” colocadas por
encima de nuestras decisiones.
De
ahí que para sorpresa de Nieto “los Stones llenen el centenario”
(no suponen una generación, sino la fragmentación etaria que
acarreó el relato hiper-generacional de los 60') y que “uno que
andaba a los tiros llegó a ser presidente” (no supone sino la
explotación mediática del trasfondo populista que promueve todo
Estado-nación). La generación Ibero Gutiérrez abre, tecnología
mediante, a un relato de movimientos, singularidades,
fragmentaciones, fusiones, desbordes, cuya clave no es el sentido de
un mundo, sino el equilibrio13 de
cada lugar.
1Nieto, L. “Haberkorn” Voces (26/02/16) p.9.
2Ver en este blog “Zabalza, los canallas y el tupamplismo” http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2016/02/zabalzalos-canallas-y-el-tupamplismo-2a.html
3Ver en este blog “Victor Hugo entre militares: leer sin libro o la dictadura del relato”http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2012/08/victorhugo-entre-militares-leer-sin.html
4Foucault, M. “Les confessions de Michel Foucault” Nouveau Millénaire,Défislibertaireshttp://1libertaire.free.fr/Foucault40.html (acceso el 23/02/2016)
5Sobre
el presente del movimiento estudiantil y el “candidato pop” ver en este
blog “La pasión del Paraninfo: una señal al extramuros” http://ricardoviscardi.blogspot.com.uy/2014/09/lapasion-del-paraninfo-una-advertencia.html
6“Mensaje de las redes frenteamplistas” Voces (25/02/16) p.3.
7Sánchez, S. “Paren la mano” (reportaje a A. Sánchez) La Diaria (26/02/16) http://ladiaria.com.uy/articulo/2016/2/paren-la-mano/
8Escisión
del MLN-Tupamaros que asume los postulados teóricos de la ortodoxia
marxista, vinculados en aquel contexto a los partidos comunistas
pro-soviéticos.
9Gutiérrez I., Antologías I y II,
Arca, Montevideo, 1987 y 1992. Esta labor iniciada por Luis Bravo y
Laura Oreggioni presenta como última entrega Gutiérrez, I. (2014) La pipa de tinta china, Estuario-Biblioteca Nacional, Montevideo.
10Viscardi, R. (1991) Después de la política, Juán Darién, Montevideo, pp. 23-29.
11Ross, K. (2005) Mai 68 et ses vies ulterieures, Complexe, Paris, p. 194.
12Fukuyama, F. (1991) ¿El fin de la Historia?, Juan Darién, Montevideo, pp. 19-21.
13Viscardi, R. “La verdad del equilibrio” Actio No. 1 http://www.actio.fhuce.edu.uy/Textos/I-1/Viscardi.htm (acceso el 2/03/16)
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